CANCÚN

Mi hijo Santiago tuvo la maravillosa oportunidad de ir a Cancún con su clase, en su viaje de fin de colegio.
Esta experiencia me permitió aprender varias cosas:

- Así sean grandes en estatura y crean que son autónomos e independientes, aún son hijos. Fer, el papá de Santiago, y yo, madrugamos un domingo para llevarlo al aeropuerto. El muchacho podía cargar su maleta, hacer el check-in y tener su boarding pass, no nos necesitaba para efectos prácticos. Sin embargo, estábamos ahí porque sabíamos que para Santiago era importante sentir nuestro apoyo y nuestra compañía. Así lo educamos. Para nosotros era normal porque siempre hemos estado juntos apoyándolo en cada momento de su vida. Constatamos que no había muchos padres acompañando a sus hijos. Muchos llegaron solos en taxi. Unos amigos de Santiago se le acercaron y le dijeron que tenían envidia de la buena al ver que él tenía unos padres que lo acompañaban al aeropuerto. En realidad no hicimos nada pues Santiago tenía todo bajo control, pero sentimos que nuestra presencia había sido necesaria. 

- Mientras Santiago aprendía a tomar decisiones sobre cómo quería que fuera su estadía en Cancún, yo hacía un entrenamiento intensivo sobre soltar al hijo y dejarlo volar y aprender a vivir sin su presencia en mi vida. Nuestro único medio de comunicación era por whatsapp. Decidí no escribir, no preguntar, no acosar y sólo le informé que estaría disponible 24/24 para cualquier cosa. Y, entonces, aprendí que el lazo que hemos creado es sólido y resiste la distancia. Constaté con alegría que mi hijo me escribía periódicamente, para decirme que estaba bien, para preguntarme si yo estaba bien, para contarme algo interesante del día, o simplemente para conversar antes de dormirse. 

- Aprendí que soy más fuerte de lo que pienso. Aprendí que hay dos tipos de soledad: La soledad  del alma producto de no tener amor en el corazón, de no tener a nadie que lo necesite a uno, de no tener a nadie que lo extrañe a uno. Y la soledad física pero el alma llena de amor. A esta última ya no le tengo miedo. Al contrario, soy mi mejor compañía y aunque la gente que quiero esté lejos físicamente, no me siento sola. 

Una foto de Cancún y la pirámide de Chichen Itzá.