FRASE DE LA SEMANA

"Stay hungry! Stay foolish! " Steve Jobs
" The Universe, as we know it, is a joint product of the observer and the observed" Teilhard de Chardin
" El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras, sino en ver con nuevos ojos" Marcel Proust

jeudi 24 décembre 2015

NAVIDAD I PARTE

Por primera vez después de muchos años vamos a acoger a mi familia en nuestro apartamento. Celebraremos la Navidad a nuestra manera. Con ese híbrido de culturas en lo que se ha convertido nuestra vida. Cuando vivíamos en Francia, el objetivo era adaptarnos y enriquecernos con nuevas costumbres sin olvidar de dónde veníamos. Esta vez, de regreso en Colombia, el objetivo es diferente. Ya no es tanto aprender como de asumir que hay elementos nuevos que hacen parte de “nuestra” cultura.

Este año podremos por fin permitirnos celebrar Navidad a nuestra manera. Ya no es cuestión de adaptarnos a los dueños de casa, esta vez estamos en nuestro hogar y asumiremos con orgullo nuestras diferencias.

En el trabajo, por ejemplo, celebran cada una de las novenas con mucha comida: tamales, lechona, buñuelos, arroz con leche, empanadas, arepas. Cuando le llegó el turno a mi área, resulté estar yo sola porque mi jefe se enfermó y mi otro compañero tenía vacaciones. Pues decidí hacer las cosas a mi manera. No tanto por desafío sino por sentirme orgullosa de mis diferencias y las ganas de compartir eso con mis compañeros de trabajo. Tuve que recorrer tres supermercados diferentes buscando moldes de galletas. ¿Inventario agotado o inventario no previsto? No se. Pero nos costó encontrar los ansiados moldes. Es así que, la noche anterior, Santiago y yo nos pusimos a hacer galletas. Cogimos una receta en francés, así que el trabajo de ajustar las medidas a los medidores colombianos le tocó a Santiago, y a mí, cambiar todo y agregar o quitar ingredientes, arrepentirme, muy pegajosa, muy seca, insípida, ácida. Sólo después de haber hecho de la cocina un caos, logré la textura y el sabor que quería. La temperatura exacta, el tiempo correcto, fue otro asunto. Se necesitaba experiencia y conocimientos en matemáticas y física, pero sobre todo, la memoria para recordar el color y la consistencia de las galletas, tal como las habíamos hecho en Francia. No les voy a negar que hubo momentos de desespero, de ganas de tirar la masa a la basura y volver a empezar, o simplemente salir al día siguiente al trabajo más temprano e ir a una panadería a comprar las benditas galletas ya hechas.

Mi naturaleza obstinada ganó la partida.  Valió la pena el trasnocho, la limpiada de una cocina inmaculadamente blanca de harina en sitios insospechados, la angustia de quemarlas o de simplemente hacer algo incomible. Finalmente, nos reímos de nuestra situación. Habíamos convertido las galletas en algo más. Se trataba de lograr adaptar una receta francesa a la altura y circunstancias colombianas. Es justamente el ejercicio que hemos venido haciendo todo el año. Y mi terquedad era simplemente esa necesidad de probarme a mí misma que sí puedo crear algo nuevo a partir de una mezcla de recetas.

La novena en el trabajo fue muy light, sólo natilla de arequipe y galletas de canela y limón hechas en casa. Pero les gustó. Me di cuenta que soy percibida como extranjera, aunque suene curioso pues soy colombiana en todo el sentido de la palabra, y en lugar de mirar con recelo el resultado final, se comieron todas las galletas. Les parecía rarísimo que me hubiera tomado el trabajo de cocinar y hacer galletas yo misma cuando los supermercados y panaderías desbordan de marcas y estilos.

De alguna manera, el ambiente fue más íntimo y familiar, hombres y mujeres me hacían preguntas sobre la receta, y nos tomamos el tiempo de cantar villancicos sin sentir “pena” de cantar mal. Seguía siendo una extranjera. Sin embargo, conocía de memoria las estrofas de todos los villancicos que cantamos ese día. Anton tiruliru liru, Tutaina, a la Nanita Nana, Los Pastores de Belén fueron nuestro aporte a la cultura francesa, Santiago y yo los conocemos par coeur.  Y sin decirlo, entendimos que la Navidad adquirió una nueva connotación: ofrecer algo a los demás que me costó trabajo, ofrecerles una parte de mí. Todos nos enriquecimos y apreciaron esta “entrega”. Fue un instante perfecto con el verdadero significado de lo que significa la Natividad de Jesús.

Daniel tiene razón, las historias valiosas y duraderas comienzan con una “entrega de sí”.

Sólo me resta desear que el Espíritu de la Navidad los llene a cada uno de ustedes con su magia y haga que su corazón brille de felicidad.

Fotos y  varios villancicos en varios idiomas, haciendo honor a nuestra mixité, los anexo en un rato.

Una canción de Blake Shelton y Kelly Clarkson
https://youtu.be/W4JLBHexj6Y

Otra canción de Navidad de Garou en francés
https://youtu.be/H39zrxZPs6k?list=RDsaptmreCW2c

Y finalmente una en español de Carlos Vives
https://youtu.be/nXBeqvmt4so







mardi 8 décembre 2015

AVENTURA EN BOYACÁ

Para enmarcar el tiempo de Adviento, hicimos un tour nocturno para apreciar la iluminación navideña de algunos pueblos del Departamento de Boyacá.  La aventura comenzó a las dos de la tarde. No puedo decir que fue el comienzo del paseo, pues estuvimos una hora en el bus, esperando a los demorados.

Cambiar de ritmo, dejar de seguir con rigidez el cumplimiento de un itinerario, hacía parte de la primera lección para dejar atrás el ritmo de vida de la capital. No fue fácil. Sin embargo, no había nada urgente por resolver. Sólo debía relajarme y disfrutar. El parlante estaba justo encima de mí y tuve derecho a, ya no quiero ni pensar cuántas horas, de música ininterrumpida a todo volumen, no siempre canciones y ritmos que habría escogido voluntariamente para disfrutar el paisaje boyacense. Todo hacía parte del paseo y cada contrariedad la veía como un elemento más de la aventura de tolerar las diferencias y disfrutarlas por lo que son. Lo importante era que ahí estábamos, rumbo a Duitama, Nobsa, Corrales, Tibasosa.

Es curioso cómo el paisaje y la mentalidad pueden cambiar tanto en una distancia tan corta. Una vez dejamos los trancones de la Autopista Norte y nos adentramos en las colinas del paisaje cundi-boyacense, el espíritu se sosegó.

El ambiente era festivo en cada uno de los pueblos que visitamos. 

El Pueblito Boyacense, en Duitama me encantó. Cada cuadra representaba un pueblo diferente. Casas coloniales adornadas de flores, paredes y ventanas pintadas con todas las combinaciones posibles de colores y los habitantes de ese pequeño paraíso con las puertas abiertas, sonrientes y dispuestos a recibirnos. Sentí como una explosión de color inundar mi espíritu. El mal genio de la gente inculta que no respeta al Otro, se disolvió como por arte de magia. 

Las Génovas, unas guirnaldas larguísimas de carne embutida adornaban muchos puestos de comida. Avisos en cartulina ofreciendo tamales, canelazos, café y baños eran comunes en algunas casas del centro. Los jóvenes se pusieron sus mejores galas para el día, orgullosos de sus pueblos. Ajenos a lo que ocurre afuera, la vida parece transcurrir en una burbuja de serenidad. No hay riquezas, sin embargo, tampoco hay mendigos en las calles, y la gente parece vivir en paz. Al menos, yo me sentía en paz en medio de intrincadas guirnaldas de luces y multitud de gente en las calles. No había agresividad, ni prisa, ni hostilidad. La gente no empujaba a otra, nadie estaba ansioso por llegar a algún lugar, simplemente estaban, y eso era suficiente, sin importar el frío ni la hora.

Como comentaba con Camilo, un amigo que vive en Duitama, ese pueblo está lleno de sitios mágicos y de gente igualmente mágica que vive en una burbuja de color y paz. 

La magia de la aventura, como me precio de reconocer en cada instante, fue ésa: El tiempo se detuvo. 

Sentarme en una banca en Corrales a ver la gente pasar a la una de la madrugada y dejarme contagiar de su alegría era la actividad más natural. No soy adepta a las génovas y confieso que el olor quedará por siempre gravado en mi memoria gustativa. Sin embargo, conseguí en Nobsa el Sabajón de Feijoa, un antojo de mucho tiempo atrás. No comí gran cosa en las 10 horas que duró el viaje, pero eso no era importante.La experiencia de pasar la noche viendo luces fue suficiente alimento para el alma y una perfecta preparación para la Navidad.


Algunas fotos de la aventura. 
Corrales

Santiago en Corrales

Nobsa
 Pueblito Boyacense en Duitama
Pueblito Boyacense en Duitama




Fer y Santiago


Con Mónica 


Entrada a Corrales

Fer, Carmencita, Miguel en Nobsa 




lundi 7 décembre 2015

PARIS

Estuve en Paris exactamente un mes antes de que ocurrieran los hechos tan horribles del 13 de Noviembre. Y tal vez lo que escriba ahora sirva para responder columnas como la de María Jimena Duzán, periodista de la revista Semana, quien cuestionaba duramente por qué había tantas manifestaciones de solidaridad hacia Francia y no hacia otros países que viven cosas peores.

Las razones de mi viaje no eran del todo placenteras y tenía mucho miedo y otros demonios de volver al país que fue mi hogar durante tantos años. Tenía miedo de sentirme extranjera, de sentir que ya no era mi lugar. Tenía miedo de enfrentarme con el pasado y darme cuenta que era eso: pasado.

Desde el momento mismo en que me subí a Air France se hizo el “déclic”. Hablar en francés, tomar el metro, recordar las líneas y estaciones que debía coger, ver la Tour Eiffel, ajustarme al “état d’esprit” de otoño, abrigos, botas, lluvia, neblina, días grises y largas caminatas volvieron a ser reflejos naturales. Como por arte de magia, me “fundí” en el ambiente parisino y me sentí como si nunca me hubiera ido. La amistad con tantas personas con las que había dejado de hablar se retomó en el punto mismo en donde las había dejado. Nada había cambiado. Sin embargo, nuevos amigos me hicieron darme cuenta del cambio. Este año vivido en Colombia, ajustarme a mi nueva vida como colombiana me hicieron darme cuenta de lo francesa que me había vuelto, del híbrido con dos culturas en lo que me he convertido.

En el metro tenía que hacer no se cuántos cambios de línea. Subir y bajar escaleras subterráneas con dos maletas no era asunto fácil. Nadie se detuvo a pensar en qué encombrante era yo con mis dos maletas, abrigo, morral, sombrilla en un wagón de metro atestado de gente. En una estación, un señor alto, de unos dos metros, con facciones finas y la piel negra, de unos 60 años sin mirarme a los ojos me pidió permiso para tomar una de mis maletas y ayudarme a subir las escaleras hacia el mundo exterior. Era lo más natural del mundo ayudarme y no esperaba nada a cambio, ni las gracias. Como buena colombiana yo estaba muerta de la vergüenza pues el señor era evidentemente mucho mayor que yo y no estoy acostumbrada a recibir ayuda. Como buena colombiana casi lo abrazo al final del camino, tan agradecida estaba y él, como buen parisino, se alejó corriendo temiendo que fuera a irrumpir en su espacio personal y tener una demostración demasiado evidente de sentimientos, así fuera sólo de agradecimiento. Otros momentos como caminar por las calles, ver a la gente en los cafés conversando o simplemente leyendo un libro con un frío que calaba en los huesos y una lluvia incesante, sentirme transportada a otro mundo en donde la belleza de cada rincón, de cada aviso, de las lámparas en las calles, de los puentes que atraviesan el Sena, de los edificios Haussmanianos imperturbables e imponentes, del “charme” de sus restauranticos, de turistas hablando todos los idiomas posibles, familias con hijos en coche paseándose a pie, repito una vez más, con un clima de los mil demonios constituyen ejemplos del “ savoir vivre ” francés.

Todo el mundo se siente pertenecer a Paris, por muy extranjero que uno crea ser, París es de todos y cada uno de los turistas que llegan para cumplir un sueño. Automáticamente todo lo que constituye una diferencia deja de importar, y todos los que llegan a esta ciudad se acostumbran rápido a un modo de vida que, si bien no es al que están acostumbrados en sus propios países, es natural a nuestra esencia misma de seres humanos. Celebrar con champagne las posibilidades infinitas que se abren para quien empieza un nuevo capítulo en su vida es algo natural.

El pasado se fundió con mi presente y la visión de un futuro mejor se convirtió en algo posible.  A pesar de ya no vivir en Francia ( ya no es tan doloroso decirlo), no soy extranjera. No importa cuán lejos me encuentre, seguirá haciendo parte de mí porque el estilo de vida,  y el “état d’esprit”  que adquirí hacen parte de mí y me acompañarán donde quiera que vaya, hasta el próximo regreso. Todo eso ocurrió en Paris. Y ningún atentado por violento y horrible que sea, acabaran con eso, porque no hay bomba capaz de destruir lo vivido, lo sentido y lo que llevamos en nuestro corazón.

Aquí les muestro unas fotos de mi viaje. 


Museo de Louvre


El Obelisco y la Tour Eiffel al fondo


La Défense

Les Champs Elysées

Pont Alexandre III

Le metro

Notre Dame


Con mi amiga Andrea