EL CAMINO: mars 2016

En Colombia la Semana Santa tiene un valor no sólo religioso sino cultural. Desde pequeños nos acostumbramos a asistir a las diferentes celebraciones que enmarcan el centro de la Fe cristiana, sin cuestionarnos, sin preguntarnos si realmente tienen una aplicación para nuestra vida. Este año la vida me llevó a cuestionar no sólo en qué creo sino para qué creo.

En la crónica de hoy, no voy a hablarles de la Iglesia Católica, ni de las costumbres con las cuales crecí. Hoy quiero hablar de AMOR. Porque es de lo único que tengo certeza y lo único para lo cual quiero realmente vivir.

Normalmente no es un tema que aborde abiertamente. Asociarlo con una película que no es romántica, tampoco es normal. Pero hace rato que renuncié a ser normal.

La película se llama RISEN. Busquen la traducción que mejor les convenga. Tiene varias.

En un principio no quería ir a verla. Conocía la historia y no veía ningún interés en ver una película cuyo final ya conocía. Sin embargo, la palabra en sí me llamó la atención, ver que el protagonista no era explícitamente Jesús me atrajo aún más. No voy a contarles la película, pero sí lo que aprendí.

Por primera vez ví la historia, que había escuchado tantas Semanas Santas, desde otro punto de vista. Los personajes que para mí siempre fueron secundarios, tomaron otra connotación. El centurión, los apóstoles, el Sanedrín, María Magdalena, José de Arimatea, Barrabás, el tribuno romano, y por qué no, el miedo, la angustia, el orgullo, y otros demonios.

La trama de la película gira en torno a la batalla interior de un Tribuno Romano. Alguien cuyo oficio era la guerra, la muerte. Su vida estaba muy lejos de ser espiritual, es más, su oficio de pelear por quien y contra quien se le ordenaba no merecía ningún tipo de duda. Era así y punto. El proceso de ver cómo alguien pasa de ese estado de aceptar la vida como es, de vivir de sus certezas, una vida erigida con muros de protección, solitaria pero concreta, de no hacerse preguntas y de sólo ansiar terminar el día lavándose de toda la sangre, la suciedad, los horrores presenciados y simplemente olvidar, hallar en la soledad un poco de paz, a un estado de cuestionamiento sobre toda su vida, de compartir, de encontrarle un sentido a todo lo invisible, a entender que no todo es previsible; presenciar cómo los llamados "apóstoles" emanaban paz y felicidad a pesar de ser perseguidos hasta por los propios judíos, de no tener absolutamente nada material y de seguir creyendo en alguien que acababa de morir al punto de no temer ni siquiera la muerte, hasta finalmente, abrirse a un estado de paz interior y de aceptación del Amor, fue un momento revelador.

Entendí que el punto central de la película y de la vida es abrirse al Amor. Es perdonar las fallas de los demás, pero también perdonarse a sí mismo. Es creerse digno de ser amado. Es aceptar el pasado y abrirse a una nueva oportunidad de vivir las cosas de manera diferente. Es perder el miedo a sufrir. Es aceptarse y aceptar a los demás como son. Es permitirse ser y mostrarse vulnerable con la certeza absoluta que eso no es debilidad. Es ser capaz de dejar el orgullo y la soberbia por algo más importante. Es no renunciar a la capacidad de amar sólo porque el corazón tenga cicatrices. Es perseverar. Es tener la convicción que todo es posible si hay Amor. Es superar los obstáculos, la distancia, el tiempo, las diferencias. Es no renunciar. Es aceptar la magia, lo inexplicable. Es dejar de observar la vida con la razón. la certeza, la sensatez y aceptar verla con la locura propia de quien se guía por la intuición, por el corazón. Sólo cuando se acepta el Amor en la vida, se vive realmente.

Clavius comenzó a vivir cuando aceptó el Amor en su vida.

La Semana Santa adquirió un nuevo matiz. Todo lo que he vivido últimamente se ha llenado de sentido. El dolor, el pasado y el futuro dejan de ser importantes, porque el Amor habita en mi. Eso hace de mi alguien libre y en paz, y por qué no, feliz.

Les adjunto el trailer de la película y unas fotos de Bogotá.

https://youtu.be/lzEwDyC0LAY