Por primera vez después de muchos
años vamos a acoger a mi familia en nuestro apartamento. Celebraremos la
Navidad a nuestra manera. Con ese híbrido de culturas en lo que se ha
convertido nuestra vida. Cuando vivíamos en Francia, el objetivo era adaptarnos
y enriquecernos con nuevas costumbres sin olvidar de dónde veníamos. Esta vez,
de regreso en Colombia, el objetivo es diferente. Ya no es tanto aprender como
de asumir que hay elementos nuevos que hacen parte de “nuestra” cultura.
Este año podremos por fin
permitirnos celebrar Navidad a nuestra manera. Ya no es cuestión de adaptarnos
a los dueños de casa, esta vez estamos en nuestro hogar y asumiremos con
orgullo nuestras diferencias.
En el trabajo, por ejemplo,
celebran cada una de las novenas con mucha comida: tamales, lechona, buñuelos,
arroz con leche, empanadas, arepas. Cuando le llegó el turno a mi área, resulté
estar yo sola porque mi jefe se enfermó y mi otro compañero tenía vacaciones.
Pues decidí hacer las cosas a mi manera. No tanto por desafío sino por sentirme
orgullosa de mis diferencias y las ganas de compartir eso con mis compañeros de
trabajo. Tuve que recorrer tres supermercados diferentes buscando moldes de
galletas. ¿Inventario agotado o inventario no previsto? No se. Pero nos costó encontrar
los ansiados moldes. Es así que, la noche anterior, Santiago y yo nos pusimos a
hacer galletas. Cogimos una receta en francés, así que el trabajo de ajustar
las medidas a los medidores colombianos le tocó a Santiago, y a mí, cambiar
todo y agregar o quitar ingredientes, arrepentirme, muy pegajosa, muy seca,
insípida, ácida. Sólo después de haber hecho de la cocina un caos, logré la
textura y el sabor que quería. La temperatura exacta, el tiempo correcto, fue
otro asunto. Se necesitaba experiencia y conocimientos en matemáticas y física,
pero sobre todo, la memoria para recordar el color y la consistencia de las
galletas, tal como las habíamos hecho en Francia. No les voy a negar que hubo
momentos de desespero, de ganas de tirar la masa a la basura y volver a
empezar, o simplemente salir al día siguiente al trabajo más temprano e ir a
una panadería a comprar las benditas galletas ya hechas.
Mi naturaleza obstinada ganó la
partida. Valió la pena el trasnocho, la
limpiada de una cocina inmaculadamente blanca de harina en sitios
insospechados, la angustia de quemarlas o de simplemente hacer algo incomible.
Finalmente, nos reímos de nuestra situación. Habíamos convertido las galletas
en algo más. Se trataba de lograr adaptar una receta francesa a la altura y
circunstancias colombianas. Es justamente el ejercicio que hemos venido
haciendo todo el año. Y mi terquedad era simplemente esa necesidad de probarme
a mí misma que sí puedo crear algo nuevo a partir de una mezcla de recetas.
La novena en el trabajo fue muy light, sólo natilla de arequipe y
galletas de canela y limón hechas en casa. Pero les gustó. Me di cuenta que soy
percibida como extranjera, aunque suene curioso pues soy colombiana en todo el
sentido de la palabra, y en lugar de mirar con recelo el resultado final, se
comieron todas las galletas. Les parecía rarísimo que me hubiera tomado el
trabajo de cocinar y hacer galletas yo misma cuando los supermercados y
panaderías desbordan de marcas y estilos.
De alguna manera, el ambiente fue
más íntimo y familiar, hombres y mujeres me hacían preguntas sobre la receta, y
nos tomamos el tiempo de cantar villancicos sin sentir “pena” de cantar mal. Seguía
siendo una extranjera. Sin embargo, conocía de memoria las estrofas de todos
los villancicos que cantamos ese día. Anton
tiruliru liru, Tutaina, a la Nanita Nana, Los Pastores de Belén fueron nuestro aporte a la cultura francesa,
Santiago y yo los conocemos par coeur. Y sin decirlo, entendimos que la Navidad
adquirió una nueva connotación: ofrecer algo a los demás que me costó trabajo,
ofrecerles una parte de mí. Todos nos enriquecimos y apreciaron esta “entrega”.
Fue un instante perfecto con el verdadero significado de lo que significa la
Natividad de Jesús.
Daniel tiene razón, las historias
valiosas y duraderas comienzan con una “entrega
de sí”.
Sólo me resta desear que el
Espíritu de la Navidad los llene a cada uno de ustedes con su magia y haga que
su corazón brille de felicidad.
Fotos y varios villancicos en varios idiomas,
haciendo honor a nuestra mixité, los
anexo en un rato.
https://youtu.be/W4JLBHexj6Y
Otra canción de Navidad de Garou en francés
https://youtu.be/H39zrxZPs6k?list=RDsaptmreCW2c
Y finalmente una en español de Carlos Vives
https://youtu.be/nXBeqvmt4so
Otra canción de Navidad de Garou en francés
https://youtu.be/H39zrxZPs6k?list=RDsaptmreCW2c
Y finalmente una en español de Carlos Vives
https://youtu.be/nXBeqvmt4so