El contraste de mis dos reuniones de ayer ameritan un artículo en este blog. Sin necesidad de dar nombres, les hablaré de mi experiencia con dos hombres que trabajan en el sector público, en cargos importantes y ustedes sacarán sus propias conclusiones.
Me costó mucho trabajo obtener una fecha para la cita con el Señor X. Hablamos por teléfono y finalmente acordamos una reunión a primera hora del día de ayer. Madrugué mucho para llegar a tiempo pues los trancones en la mañana son imposibles de evadir. Llegué a las 9 en punto y, luego de pasar puestos de seguridad, tuve que esperar de pie en un corredor hasta las 9h30 que llegó su secretaria. Muy amable y con vergüenza me previno que el Señor X estaba retrasado y después tenía reunión muy importante, nos tocaba ir a verlo en la salita anexa al gran salón. En medio de cuadros representando personajes ilustres de la patria, esperé mi turno. El baile de periodistas, cámaras, asistentes, señores ilustres que entraban y salían del gran salón parecía una coreografía ensayada de tiempo atrás. Finalmente, salió el Señor X. Apretones de mano a izquierda y derecha, sonrisas, carcajadas, bromas, fotos junto a la bandera, periodistas que buscaban unas palabras del honorable señor, y éste que con una amabilidad evidentemente fingida desechaba para después alegando estar muy ocupado. La situación parecía más bien el encuentro con un actor de cine. Después de una hora, llegó mi turno. El Señor X se sentó frente a mí y mientras saludaba aquí y allá, escuchaba sin mucho interés la razón de mi visita. Esta introducción duró 1 minuto. Los segundos siguientes, sirvieron para hacerme ver que él era un hombre muy ocupado y que no tenía tiempo para causas sociales. Que lo contactara nuevamente cuando estuviera desocupado.La audiencia había terminado.
En la tarde, tenía cita con Señor A. La reunión era al otro extremo de la ciudad. Después de dos aguaceros, trayectos en taxi interminables y mi recelo y desconfianza causados por la cita de la mañana, mi humor no era el más entusiasta. Esperaba una repetición de la experiencia anterior. Sin embargo, la amabilidad de la gente en la oficina, el ambiente cálido, fueron bajando mis defensas y prevenciones. El Señor A llegó con 5 minutos de retraso, excusándose de mil maneras. Para resumir la historia, no vi pasar la hora y quince minutos que duró nuestra reunión. Frente a mí tenía a un funcionario público que ha estado en " campo", que conoce la realidad del país, que siente el dolor ajeno, y que se encuentra totalmente comprometido y apasionado por su labor de servicio a los demás. Alcanzamos a "arreglar el país", sólo con nuestras ideas, nuestros sueños y nuestras ganas de ayudar. Nuestra resolución de trabajar juntos en este proyecto marcará la diferencia. Estoy segura. Ojalá todos nuestros dirigentes tuvieran la calidad humana, la integridad y la bondad del Señor A.
Los dejo reflexionar.
Feliz resto de semana,
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